El libro de Cela

“Libro de andar y de ver” como lo llama su autor. Escrito en 1948, es, según dice Cela, su libro “más sencillo, más inmediato y directo”, supone un retrato de un mundo pausado que sucede al compás de la naturaleza, de un mundo rural que va languideciendo, de un ritmo y una forma de entender la vida cercana a los ciclos naturales, a las estaciones, al Sol, a la Luna, al viento. De una sabiduría atávica y primigenia, de lo reconfortante que puede resultar una fonda o una posada con su cena a base de huevos fritos con chorizo y una cama después de un día por los caminos, de lo sanador que es en sí mismo conducirse de acuerdo a lo codificado en nuestro fenotipo.

Viaje a la Alcarria, con un excepcional dominio de la lengua castellana y admirable precisión en el uso de nominaciones y adjetivos, muestra la realidad en aquella época de este pequeño rincón en el mundo, de los pueblos con sus calles, plazas, tiendas, tabernas y fondas, de la naturaleza y sus senderos, sus manantiales, arroyos y ríos, de sus vegas, veredas y collados, de rebaños de ovejas o cabras, burros y mulas, de sus páramos y bosques; y por supuesto de sus gentes: campesinos, alcaldes, viajantes de comercio, buhoneros, gitanos, mozos y mozas. De su habla, de sus opiniones, sus motes. Su vida. Retrato de una comarca en particular, sobre la que se pueden inducir conclusiones universales sobre la naturaleza humana.

Viaje a la Alcarria, junto a La Colmena y La familia de Pascual Duarte, supone para quién esto escribe las tres novelas de Cela que se convertirían en equipaje imprescindible en cualquier mochila cuando se inicia cualquier viaje.

PENSAMIENTOS DEL VIAJE A LA ALCARRIA

…extiende sobre la mesa un plano de la región.- sí; sin duda alguna, las regiones naturales. Los ríos unen y las montañas separan, es la vieja sabiduría: no hay otra división que valga.

Esta frase contiene una verdad absoluta. Primero fueron las montañas y los ríos; después llegaron los mapas, humildes representaciones mentales e internas de la realidad, y después alguien inventó cosas tan absurdas como las fronteras, suponemos que con la intención de una diferencia, que es en realidad impostada.

…desde Trijueque a Guadalajara y vuelta, Martín Díaz ha aprendido a ver el lado bueno de las cosas.

De Guadalajara a Taracena y luego a Valdenoches y luego a Torija. Volver. Ir y venir. Subir sosteniendo un ritmo, bajar acelerando. Sentir los latidos de tu corazón, la cadencia de tu respiración, el esfuerzo de tus músculos, la presencia generalmente silenciosa de tus compañeros, que a su vez van sintiendo lo suyo y que te permiten sentirte en compañía. Como Manuel Díaz, aprendiendo a ver el lado bueno de las cosas.

Torija es un pueblo subido a una loma[…]Desde esta entrada tiene un gran aspecto, con su castillo y la torre cuadrada de la iglesia

Bonita vista, sin duda. Subir esa loma con un calor de más de treinta grados de temperatura requiere más esfuerzo de lo que aparenta. El hecho de correr aporta fuerza de voluntad, y eso tan manido últimamente de la cultura del esfuerzo. Se adquiere otra perspectiva de la realidad, bonita recompensa.

Fuentes de la Alcarria está a la derecha del camino. El bosquecillo de robles se ha hecho más espeso. El camino huele con un olor profundo, y en los arbustos del espino, cuajados de florecillas blancas, liban las abejas.

Olor a Tomillo, a pino, a naturaleza, a vida.

El viajero no está acostumbrado a los mendigos de ojos azules y vieja cabalgadura, a los errabundos mendigos que andan de un lado para otro, sin cansarse jamás, y que hoy comen sardinas ahumadas en Brihuega; ayer, a lo mejor, ayunaron en un robledal o se almorzaron con cecina o sopas de ajo en Villaviciosa o en Valdesaz, y que mañana, como los pájaros del cielo, confían en que Dios proveerá.

¿Qué pensaría el viajero de un grupo que comparte la locura por correr y la extiende por los caminos?

El jardín de la fábrica es un jardín romántico, un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de desesperación, de tisis y de nostalgia.

Brihuega y su real fábrica de paños, huella de un pasado quizá más próspero para este rincón del mundo, que aún conserva vestigios de aquella prosperidad. Justo enfrente Princesa Elima, lugar en que se sirven cenas deliciosas y pantagruélicas, que ayudan al corredor a reponer fuerzas, a llenar el estómago y a buscar el merecido descanso.

Es aún la noche oscura. Hace fresquito y se camina bien.- y si hemos dormido una noche bajo la misma manta, cambiando los calores,es que ya somos amigos, ¿no le parece?El viajero piensa que sí, pero no responde.- porque, ¿usted sabe de fijo cuándo nos vamos a separar?- No.

Compartir el camino y compartir el lugar de descanso acerca y une a las personas. Después cada cual seguirá su camino y sus circunstancias, pero este hecho dejará huella en cada corredor, y de alguna manera, siempre se sentirá la proximidad de las personas que compartieron la experiencia.

El río Cifuentes nace debajo mismo de las casas. Nada más nacer mueve un molino; el pueblo está levantado sobre un manantial. El Cifuentes es un río precoz, de poco tamaño y mucha agua, que va a caer al Tajo en Trillo; no tiene mucho más de dos leguas de curso, pero va lleno de agua; más lleno, sin duda,que muchos ríos más largos. En el corto camino que corre, el Cifuentes va de cascada en cascada: salta por lo menos medio centenar de veces por encima de las piedras.

Aguas frías y cristalinas, sensación de atemporalidad, de eternidad. Sensación de vida. Eso transmite el lugar en que nace un río.

…El viajero sale de Cifuentes, por el camino de Trillo, dejando el río a la derecha y el castillo de don Juan Manuel a la izquierda. Al poco de andar se ven en el horizonte, chatas, aisladas, las tetas de Viana. No mucho más tarde, al coronar un resayo suave, se ve también Gargolillos, con su torre en punta, y Gárgoles, con su torre cuadrada. A Gargolillos le llaman algunos Gárgoles de Arriba y a Gárgoles, Gárgoles de Abajo. Los dos están a orillas del Cifuentes; Gargolillos, un poco desviado de la carretera, al final de un camino muy bonito que va entre tapias y zarzales.

Siguiendo el camino del viajero que quiso descubrir La Alcarria. Personalmente recordando seis meses de una vida que ahora parece otra, de aquello, solo permanecen los caminos, los riachuelos, los campos de labor, las tetas de Viana, el cielo y el sol.

Al llegar a Trillo el paisaje es aún más feraz. La vegetación crece al apoyo del agua, y los árboles suben, airosos como en Brihuega. Esta tierra, con agua,parece una tierra muy buena; hasta se ve algún que otro castaño, de vez en cuando. A la entrada del pueblo hay una casa muy arreglada, toda cubierta de flores; en ella vive, ya viejo y retirado, cultivando sus rosales y sus claveles y trabajando en su huerta, un veterano alpinista que se llama Schmidt.

Unión del río Cifuentes, afluente con el gran río Tajo, que tiene todavía un larguísimo camino hasta el mar y que tiene a bien dejar parte de su enorme riqueza en esta parte de su camino.

El Tajo, que de cerca es un río turbio y feo, desde lejos parece bonito, muy elegante. Viene haciendo curvas y se ve desde muy lejos, siempre rodeado de árboles

Un camino de más de veinte kilómetros corriendo al lado del Tajo, siguiendo la calma de sus meandros. El paisaje se va arrugando. Colinas y collados que se disfrutan pero que también se sufren. No hay luz sin sombra ni sombra sin luz.

El viajero bebe un cuenco de leche de oveja, que le ha ofrecido una de las mujeres. Después se despide y se va. El camino se ha hecho para andar y el sentarse al borde del camino, a hablar con la gente, acaba enviciando.

Cuesta reiniciar el camino una vez que has parado, cuesta volver a empezar, requiere fuerza de voluntad para sobreponerse a los músculos ya enfriados y entumecidos. Aprendes que puedes hacerlo no con poco esfuerzo.

Pareja es un pueblo industrioso y grande, con casas nuevas al lado de otras en ruinas y una fonda en la plaza principal. La plaza es amplia y cuadrada, y en el centro tiene una fuente de varios caños, con un pilón alrededor, y un olmo añoso -olma le llaman, porque es redondo-, copudo, matriarcal, un olmo tan viejo, quizás, como la piedra más vieja del pueblo.

Los pueblos de La Alcarria están en cuesta, es algo que llama la atención al corredor, que piensa que necesariamente eso tiene que hacer el descanso, el refugio, un poco más difícil.

La gente habla de los pantanos que están haciendo en el Tajo y en el Guadiela. Según aseguran, van a ser algo muy importante (…) El viajero, de haber ido a pié, hubiera podido cruzar por el atajo de la Entrepeñas, que también desaparecerá bajo las aguas

Aquello que el viajero escribió como parte de un futuro posible se terminó haciendo realidad. Los corredores llegan al pantano cuando este contiene aproximadamente la mitad de su caudal y muestra parte de lo que fue. El recorrido pasa por la visera, antigua carretera, con su cornisa de roca. El corredor se pregunta cómo se abrió aquella carretera, cuanto esfuerzo y sudor se dejaron allí otras personas. El camino llega a un antiguo puente románico. Muchas generaciones dejando huella de su paso por el mundo.

Por las mañanas parece, incluso, que la gente mira al forastero con mejores ojos, recela menos, se confía antes, se muestra más dispuesta a facilitarle algún dato que busca, un vaso de agua que pide, un papel de fumar que precisa. La gente, por la noche, está cansada, y la oscuridad, además, la vuelve recelosa, des desconfiada, precavida.

Hemos tenido la ocasión de charlar con algunas gentes de La Alcarria que en general han mirado con simpatía nuestro reto. La Alcarria, a estas alturas de año, está de fiestas, fiestas que ahora son patronales y que sin duda en origen celebraran la cosecha y la provisión de cara a los venideros meses de invierno. El corredor ha coincidido en su travesía con jóvenes que apuran la fiesta y se resisten a terminarla, mientras que los viejos del lugar mantienen sus rutinas con una mirada que transmite un velado reproche.

Es malo entrar por primera vez en un pueblo, o en una casa, por la noche: el viajero, sobre esto, tiene su experiencia y sabe que siempre le fue mejor en los pueblos en los que entró con luz.

Sólo en Sacedón el corredor llegó con noche cerrada. La tarde había sido complicada para los compañeros que precedían los relevos, así que hubo que iniciar los últimos kilómetros entre dos luces para luego adentrarse en la oscuridad de la noche. La presencia de amigos y compañeros de carreras del lugar facilitó la entrada y acogida en el destino.

El viajero y el alcalde, al cabo de un rato de conversación, se dan cuenta que son amigos. Nadie los ha presentado, pero no importa. Tampoco saben cómo se llaman, aunque piensan que la cuestión tiene fácil arreglo.

Curiosamente, el alcalde de Pastrana acogió desde el principio nuestro reto con simpatía de amigo, e incluso quiso compartir camino y kilómetros, y cuando estás compartiendo camino, estás compartiendo complicidad y esfuerzo, lo que de algún modo, acerca la posibilidad de la amistad.

A la mañana siguiente, cuando el viajero se asomó a la plaza de la Hora, y entró, de verdad y para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse en una ciudad medieval, en una gran ciudad medieval.La plaza de la Hora es una plaza cuadrada, grande, despejada,  con mucho aire. Es también una plaza curiosa, una plaza con solo tres fachadas, una plaza abierta a uno de los lados por un largo balcón que cae sobre la vega, sobre una de las dos vegas del Arlés.

Y llegamos al final de nuestro soñado viaje a la Alcarria, en el marco de un mirador a la alcarria que sin duda permanecerá impasible ante el paso del tiempo durante al menos algunas generaciones más.

Va pensando que su excursión por la Alcarria ha terminado. La idea le produce alegría, por un lado, y tristeza, por otro. Ha aprendido muchas cosas y, sin duda, le han quedado otras muchas por aprender. Caminó por donde quiso y,por donde no quiso pasar, dio la vuelta…

Sensación de libertad, de toma de distancia con lo cotidiano, de escape de los problemas de nuestra sociedad que algunas personas se empeñan en perpetuar para su propio beneficio. Tres días tomando perspectiva y experimentando una forma distinta de vida. Aprendiendo algunas cosas y, sin duda, dejando otras muchas por aprender.

Salud.
Álvaro SG.

Septiembre 2018

 

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